7 de diciembre de 2010

Dos poemas de Fernando Pessoa


[49]

[No: despacio]


No: despacio.
Despacio, porque no sé
a dónde quiero ir.
Hay entre mí y mis pasos
una divergencia instintiva.
Hay entre quien soy y estoy
una diferencia de verbo
que corresponde a la realidad.

Despacio.
Sí, despacio...
Quiero pensar lo que quiere decir
este despacio...

Tal vez el mundo exterior tenga demasiada prisa.
Tal vez el alma vulgar quiera llegar más pronto.
Tal vez las impresiones del momento sean muy cercanas.

Todo eso, tal vez...
Pero lo que me preocupa es esta palabra: despacio...
¿Qué es lo que tiene que ser despacio?
A lo mejor, el universo...
Dios manda que se diga la verdad.
Pero esto, ¿alguien se lo ha oído a Dios?


[50]

[Los antiguos invocaban a las Musas]


Los antiguos invocaban a las Musas.
Nosotros nos invocamos a nosotros mismos.
No sé si las Musas aparecían
—sería, sin duda, según lo invocado y la invocación—,
pero sé que nosotros no aparecemos.
Cuantas veces me he asomado
al pozo que supongo ser
y he balado ¡ah! para escuchar un eco
no he oído más de lo que he visto:
el vago albor oscuro con que el agua resplandece
allá en la inutilidad del fondo...
Ningún eco hacía mí...
Tan sólo, vagamente, un rostro,
que acaso sea el mío porque no puede ser el de otro.
Algo apenas visible
si no fuera porque veo luminosamente
allá en el fondo...,
en el silencio y en la falsa luz del fondo.

¡Qué musa!...





Fernando Pessoa, Poemas fechados.

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